Escribo estas líneas con la ilusión de transmitir la experencia que ha supuesto para mí un viaje que se preparó con cierta premura, y sin seguridad de llegar al destino a tiempo. Viaje en el que se unen dos razones, la Vespa y la música de Franco Battiato, con la curiosidad de que el origen de ambos intereses es común.
El caso es que debo remitirme a mediados de agosto, donde tras una jornada pirenaica en Vespa con unos amigos, planteo la posibilidad de acudir a París con Vespa para asistir al concierto de Battiato que iba a tener lugar en octubre. Dado que no se animó nadie, decidí comprar la entrada, independientemente del modo de viaje, con lo que a los pocos días recibí un sobre de Fnac con tan preciado documento. Es en octubre cuando me mentalizo definitivamente de realizar el viaje en la Vespa, puesto que qué mejor que acudir a un concierto de un cantante italiano en la moto italiana por excelencia, y ahí comienzan los preparativos.
La salida tendría lugar el miércoles 22, con la intención de realizar la ida en dos jornadas. Para situaros, debo indicar que si el concierto se celebró el 24 de octubre, viernes, el sábado 25 por la noche pretendía incorporarme a la I Vuelta a la Provincia de Zaragoza, con motivo del XX Aniversario del Vespa Club Zaragoza, y que recalaba en Anzánigo a mitad de ruta.
Primeros preparativos de la moto, 18 de octubre en el garaje de Iñaki, propietario del primer concesionario

moderno

de motos de Zaragoza en los años setenta, de ésos en los que ya no se vendían motocultores. En estos momentos, la TX200 equipa, una parrilla adaptada de PX, un baúl de 45 litros, un bidón auxiliar con 5 litros de gasolina y, por supuesto, una antena para izar la bandera y colgar el casco durante los repostajes.
Segundo día de preparativos, colección de pegatinas por todas partes. Había que hacer que pareciera, más que nunca, la Vespa de diario de cualquier ciudadano, y que se integrara en el paisaje parisino de Vespas por doquier cada cual más discreta. Colaboración de Ana Eva en tal tarea, y donación por su parte de pegatinas antiguas del mundo del motor, que espero permanezcan en la TX durante muchos años. En la tercera foto se puede apreciar su amable sugerencia para el viaje, que prometía ser pasado por agua. Sin una idea buena, como de costumbre. Y en el equipaje, ropa para cuatro días, un completo botiquín, la herramienta indispensable, una cámara de repuesto, la cámara de fotos, la videocámara, tres litros de aceite para mezcla, los cargadores para toda la cacharrería eléctrica, comida, agua, todos los papeles a mano, planos y planitos, traje de agua, etc.

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El día crítico, miércoles 22 a las 7:00h en la gasolinera de El Cisne. Salida puntual sin lluvia, que comienza a los 30 kilómetros. Traje de agua, y adelante. El puerto de Monrepós lo cruzo con agua, niebla y unos 5º. Helado, paro a tomar un café en Hostal de Ipiés, y a fabricarme unas manoplas con dos bolsas de plásticos que me cede la camarera amablemente, ante la atónita mirada del personal de mantenimiento de carreteras que alucinan ante el objeto de mi viaje.
A las 10:45h, con quince minutos de adelanto sobre mi previsión, y habiendo cruzado Somport con lluvia intensa, llego a Pau. Al ver un concesionario Piaggio, entro inmediatamente a comprar manoplas, y al descubrir que no tienen me desanimo bastante. Segundo intento en la salida hacia Burdeos, en el concesionario Honda, con éxito. Aquí disfruto charlando con el dueño, que además es viejo conocido de un bueno amigo por lo que también me ofrece un café ardiente, que puede que haya sido el que más he agradecido en mi vida. Imagen del montaje de las manoplas frente al concesionario.

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Tras dicha mejora prosigo, emocionado por la adquisición de un producto Bagster en Francia, hecho por el que aún me gusta más. A unos 30km de Pau deja de llover definitivamente, aunque las manoplas permanecen instaladas hasta París. Avanzo hacia Mont de Marsan, y Marmande. Disfrutando del paisaje francés, de Francia y de la tranquilidad que me rodea, sin apenas tráfico. Me paro a repostar cada 150km aproximadamente, y en algunas gasolineras me preguntan que dónde leches voy con tal indumentaria, sonriendo y deseándome buen viaje tras mi contestación. Para subsistir, barritas energéticas y agua, sin perder tiempo y arriesgarme a tener sueño.
Tras muchos kilómetros de pueblos, rotondas, pueblos, rotondas, etc., llego a los alrededores de Limoges, dirigiéndome hacia el norte, puesto que dormiría junto al lago de Saint Pardoux, en una preciosa mansión escondida entre los árboles y rodeada de caballos. A dicho lugar llego a las 18:50h, con diez minutos de adelanto y unos 650km a mis espaldas. Lo cierto es que ni me he aburrido durante el trayecto ni apenas me duele nada. En la mansión, siglo XVII, y hospedado solo, la propietaria me ofrece la cena, que me propone sin opción de elegir y que acepto gustosamente, puesto que el quiche, el pato, y el queso son un manjar para mi gusto. Y el placer de cenar en un salón de piedra, con chimenea y una mesa de madera inmensa, relatando tranquilamente mi jornada a los propietarios.

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Al día siguiente, jueves 23, me despido, y tras un copioso desayuno me dirijo hacia el lago para conocer el lugar, al cual espero regresar. Desde luego, la belleza de Francia me invita a desear ser francés cada vez que viajo allí, qué delicia. Después, rumbo hacia París por autopista, puesto que me interesa avanzar rápido. Como entretenimiento, calcular medias, reducir consumos, coger el rebufo de los camiones, etc. Y a 50km del destino, los gendarmes deciden pararme. El resultado, multa por ir al rebufo de un camión, e invitación a dejar la autopista y proseguir por la nacional. Para qué discutir, me acompañan por una salida de mantenimiento, y media hora para encontrar la nacional, orientándome por la posición del sol.
A las 17:30h entro en París, después de perderme repetidamente en el periférico. Dejo todo en el hotel, y a dar vueltas. Campos Elíseos, Arco de Triunfo, y aparco para cenar y pasear por la zona.
Al día siguiente, viernes 24, me dedico a dar vueltas por la capital. Me dirijo a Motoritaliani, un taller de restauración de Vespas que había localizado en internet, y que me apetecía conocer. Lo encuentro sin dificultades, y me presento como un españolito que ha venido a ver un concierto a París, y que sentía curiosidad por conocerles. Tras casi una hora charlando, descubro que también él va al concierto, qué risa.

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De este establecimiento me dirijo a Les Anées Scooter, para cotillear, puesto que se dedica a restaurar scooteres de todo tipo, y a vender piezas antiguas para ellos. Creo que las fotos hablan por sí solas. Tras conocer el lugar, continuo dando vueltas por París, dejando como testimonio las siguientes fotos. Adicionalmente, había colocado sobre la maleta un soporte para cámara de vídeo, con lo que conseguí algunas tomas muy buenas ratoneando por la ciudad y divirtiéndome de lo lindo. A eso de las 17:00h me retiro al hotel para una siesta, y prepararme para el concierto, que se celebra a las 20:00h en el teatro La Cigale.
De éste poco puedo decir, salvo que me pareció una experiencia irrepetible, puesto que el ambiente que se respiraba era único, y la fuerza en el escenario de este hombre me parece extraordinaria, a su más de sesenta años. Tras el concierto, a dormir, que hay que madrugar al día siguiente.

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Sábado 25, 5:00h de la mañana, suena el despertador. A recoger rápidamente, hay que llegar a cenar a Anzánigo, recorriendo más de 900km. A las 5:30h me siento en la Vespa y me preparo para salir. Un rutómetro detallado a mano, puesto que odio el GPS, y hacia el sur. Paso junto a Notre Dame de madrugada, continuo hasta dejar París por la Porte d'Orléans. Las 6:00h exactamente, y sólo me he perdido en un cruce de una calle, a pesar de la noche.
Hasta alcanzar la autopista, restan todavía unos 30km, y la dificultar de llegar a ella sin planos de detalle, con únicamente un listado de cruces, desvíos y pueblos periféricos a atravesar. Me equivoco en un desvío y aparezco en una zona de discotecas llena de gentuza trapicheando, con más aspecto de puterío que otra cosa y furgonetas de la policía. Qué terror, necesito darme la vuelta y salir de ahí por patas, antes de que no tenga tiempo de hacerlo. Salto por encima de la mediana y media vuelta hasta un desvío que había visto previamente. Dirección Orléans, por fin en el buen camino.
A eso de las 9:00h me decido a parar para desayunar, hay que perder poco tiempo y hacer kilómetros. Compruebo autonomías superiores a los 200km sin la luz de reserva, gracias al rebufo de los camiones y la posición aerodinámica. Consumo mínimo en 2,9 l/100km. Velocidad media en autopista durante alguna hora se mantiene en 99 km/h, calculada mediate hitos kilométricos y reloj. Paro de nuevo a comer algo sobre las 11:00h, con la intención de alcanzar Burdeos sobre las 14:00, según mi previsión.

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Finalmente, llego a Burdeos a las 13:45h. Perfecto. A la salida de la autopista, repostado, decido llegar a Pau intentando evitar repostar, el tiempo es oro. Tengo unos 180km de llanura, con lo que escondo la cabeza bajo el parabrisas, y me lanzo bastante tiempo a 110km/h por las landas, con tan sólo medio puño. Los kilómetros pasan y la aguja de la gasolina baja. A unos 40km de Pau, primer parpadeo de la reserva. ¿llegaré? Con mis cálculos de la reserva, sí. Pero antes de Pau, un desvío obligado. Más kilometraje del previsto, y ausencia de gasolineras. Avanzo con la seguridad de quedarme parado en cualquier momento, puesto que no sé dónde estoy. Bueno, todo será cuestión de pasar por el deshonor de gastar la lata de reserva. Y de repente, una gasolinera en una rotonda que no conocía. Resultado, 7,2 litros, y mi respiro. son las 17:00, aproximadamente.
Me dirijo hacia Somport a toda velocidad, con la intención de repostar en Jaca de nuevo. El ascenso del puerto maravilloso, a todo trapo, conducción aerodinámica, y adelantamientos incluso ¡¡subiendo!!, a pesar de mi sorpresa. Está probado que los franceses en nacionales no andan un pimiento.
A las 19:00h llego a la gasolinera de Jaca, prueba casi superada. Respostaje obligado y hacia Anzánigo por Peña Oroel. Lo que le falta a mis huesos, una carretera bacheada. Claro, acostumbrado a Francia, donde hasta la carretera más perdida está perfecta, aunque sea estrechita...
Sobre las 19:45h llegada victoriosa al camping de Anzánigo, donde aún no han llegado los participantes en el XX aniversario. Poco antes de las 21:00 aparecen, y nos juntamos para cenar. Por mi parte, unas 14h sobre la moto y 930km. Por la de ellos, para los no iniciados toda una aventura con unos 600km, y un día genial con un tiempo maravilloso.
Debo decir que el domingo me chupé otros 500km por lo menos, con el único percance de mi viaje, puesto que se me cayó en parado la moto y se me dobló el eje del acelerador, con lo cual tras un apaño como pude, tuve que completar la ruta a menos de medio gas, pero llegué.

El viaje, inolvidable. El deseo de repetirlo, absoluto. El placer de viajar solo, único. La intención de viajar mucho, mucho en Vespa, asegurada.
Qué más puedo decir, aparte de agradecer a todos aquellos que pusieron su granito de arena en esta, para mí, mayor aventura motorista.
A Rafa, por el amor que me has contagiado hacia Francia, y por el apoyo moral día a día contándonos cada detalle de lo sucedido.
A Pascual, por tu apoyo técnico, pero sobre todo, porque te entregas a cualquier buena causa y por esa ilusión que contagias y que me ha hecho confiar en la TX, pero sobre todo en mí.
A Ana Eva, porque sin ti no habría conocido las dos razones que me impulsaron a lanzarme en este viaje, y porque estás ahí siempre que necesito contar con alguien.
A Iñaki, porque tu espíritu mordaz es único, y entiendes perfectamente lo que significan para uno este tipo de retos.
A los compañeros de Ensaya, que también me animásteis con vuestras dedicatorias e interés continuo por mi persona durante el trayecto.
A todos los que de una u otra forma me habéis ayudado en una aventura de cuyo final no estaba seguro, y que con vuestra contribución me inspirásteis confianza más que en la moto, en mi fuerza moral para tragar millas sin correr el riesgo de desistir por la lluvia, el frío, la distancia o el miedo de no volver a veros.