II desafío Lagos de Covadonga
Dicen los que entienden, que por un lado las buenas oportunidades hay que saber cogerlas al vuelo y por otro, que para ir a un sitio, no hay nada mejor que hacerlo estando con gente del lugar. En este segundo “Desafío” ambas verdades eran latentes y la ocasión no había que dejarla escapar.
La oportunidad de fabricarme una ruta que, pasando por Plasencia, me llevase por la mismísima ruta de la plata hasta Valladolid, y desde allí, escoltado por los vespistas locales y atravesando el corazón de los Picos de Europa, me permitiese llegar al mar de Ribadesella era algo, que si dejaba escapar, jamás me perdonaría.
El hecho de realizar como primera parte la de ruta un tramo hasta Plasencia, suponía, en mi caso particular, muchas cosas de gran importancia en el ámbito emotivo. Iba a pasar por Talavera, lugar donde pase mi infancia y parte de mi juventud, con la oportunidad de hacer una pequeña parada en el mismísimo corazón de la ciudad, en “la Tropical”, y saludar y departir un rato con los amigos de toda la vida. También suponía recorrer los bellísimos paisajes extremeños en todo el discurrir de la Nacional V en esta primavera tardía que estamos disfrutando: Gredos a la derecha y dehesas inmensas a la izquierda. ¿Se puede pedir más?
Avanzando hacia Plasencia, Monfragúe sustituye a las dehesas, con igual o superior bellezas si cabe que estas y al final de este tramo la visión de las puntas de las torres de la Catedral Vieja me recuerda la emoción que voy a sentir al conocer, por fin personalmente a Rubén: A ambos nos unen muchísimas cosas que solo él y yo sabemos y que hicieron de este encuentro algo muy emotivo y especial.
También tengo la oportunidad de conocer, y de charlar largo y tendido con Ulises 56, otro paisano extremeño que vive en Béjar y con el que compartimos comida y que nos acompañara después durante un rato a lo largo de nuestro camino hacia Valladolid.

Llegan los sevillanos: AKA (Antonio Carrero), al que ya conozco de otras batallas, Francisco, al que conocí en Aracena la pasada primavera, y Juan Miguel, nuevo para mí, pero que ese amor especial hacia las Vespas que nos une a todos nosotros, hace que parezca que nos cocemos de toda la vida. Son las cuatro de la tarde.
Después de la comida=merienda, salimos pitando dirección Pucela, optando por ir por el Puerto de Béjar, eliminando la opción del Valle del Jerte. Otra vez será.
Borrachera de paisaje, montañas, curvas, vegetación frondosa y bosques. Insisto: No cabe mejoría. Ulises nos abandona y comienzan las llanuras charras. El tiempo se nos ha echado encima por lo que optamos por la autovía el resto del viaje. Los sevillanos van en clásicas, yo en moderna. No me importa. Me adapto a su ritmo y disfruto del paisaje y de la música que llevo incorporada. Voy el último cerrando caravana. Felicidad plena.
En este trayecto va cayendo la tarde y las sombras de los objetos magnifican su visión. Desde mi posición de cierre de caravana observo a los tres sureños: Recios, duros, tercos, constantes. Me detengo cada cierto tiempo para tratar de comunicar con mi hotel en Valladolid. Labor imposible. Después de cada parada el volver a alcanzar a los tres hispalenses cuesta, incluso yendo en moderna.
Circunvalamos Salamanca y a pesar de la distancia el skyline de la ciudad impresiona tanto o más que si la estuviésemos pateando por sus entresijos y callejuelas. El tiempo apremia, el cansancio va haciendo mella en mí, que no en mis compañeros de ruta y, tras auto repostarnos cerca de Tordesillas, alcanzamos el lugar de encuentro con Quique y Ricard. El estadio Nuevo Zorrilla.
La tardía hora de llegada hace imposible cenar en el lugar inicialmente previsto, pero la capacidad de alternativa de los Vesperdidos sale a relucir una vez más y nos llevan, (Para mi gozo y disfrute) a un evento de primerísima fila: en la plaza de toros, en la arena, han instalado una réplica exacta del festival de la cerveza de Múnich, con todos sus componentes de comercio y bebercio. ¡¡¡¡¡Magnifica elección!!!!!!!! Otros vesperdid@s más hacen su aparición en escena.
Tiempo de descanso. Hay que recuperar fuerzas y prepararse para la siguiente jornada, imaginando que iba a ser larga y dura, pero muy divertida. Y así fue.
El primer contingente salimos desde una de las gasolineras que hay en las afueras de la ciudad, con dirección a Cabezón de Pisuerga, población muy cercana a la capital, donde se nos uniría otro nutrido grupo, presidido por el ya mencionado Monsieur Kike Olid. La siguiente parada es a las afueras de Palencia. Otros grupos de motoristas allí nos esperan y se nos une.
Ahora sí que la Caravana de la mañana está completa. Salimos dirección Saldaña, donde hicimos parada para repostar, tanto los pilotos como las maquinas. No hubo ningún incidente digno de especial mención. (Lo del mamarracho sexagenario del Seat Toledo es que ni me molesto).
Es en este momento cuando comienza la ascensión a las montañas y el paisaje típico castellano que alterna el tapiz de cereal, con el rastrojo y el barbecho y con la viña vieja y nueva, va dejando poco a poco paso a estampas ahora mas plagadas de eriales y pastos lo cual permite la contemplación de apetitosas cajas vivientes de solomillos, entrecotes, chuletones y otros deliciosos despieces cárnicos. Todo un lujo para los cinco sentidos. (¿O son seís?).
Yo sigo en todo momento con mi opción de permanecer en los últimos lugares de la comitiva, pues eso me permite observar a la misma con cierta perspectiva. (Evito expresamente utilizar la cursilada de “Serpiente multicolor”); y tras una hora más de trayecto, llegamos a nuestro lugar de almuerzo, según el horario previsto…………………en las Islas Azores.
Menú contundente y muy bien elaborado, el cual ingerimos con deleite y más después de las respectivas dosis de Mahou trasegadas como aperitivo. Llegados los postres, ni nuestra edad ni nuestros años de ejercicio profesional nos impiden entablar una guerra de migas de pan que acaba con autentico fuego de cobertura por parte del personal. Esta actividad desestresa más que cinco horas de Tai-Chi y encima apoyamos al maltrecho gremio de panaderos.

Lo confieso, soy muy niñero, y cuando no tengo a mis panteritas cerca, aprovecho cualquier ocasión que se me presenta; y esta vez utilicé la presencia de las hijas de Alfonso Guacamayo para departir con ellas un rato, y disfrutar jugando, en lugar de lo que se supone que debería estar haciendo como vespista que se supone que soy: Comparar Malossis, chicleses, carburatas, describir embragues, etc, etc,. Uno que es así.
También aprovecho la oportunidad para captar una de las fotos más bonitas que jamás he hecho; enfoco a una vespa naranja que había por allí, primaveralmente adornada y disparo. Amenaza lluvia y todos, muy disciplinados procedemos a disfrazarnos de buzos, con los más variopintos modelos y sistemas. Hay donde elegir.
Próxima parada: Riaño. Es la tercera vez, en tres años consecutivos, que paso por este punto y cada vez me impresiona más. Da igual que mires a un sitio que a otro. Allá donde se posa la mirada, la belleza y la grandeza están aseguradas. Montañas, lago, pueblo nuevo, Vesperdidos haciendo el Cafre. Da Igual.
La demora en el tiempo de la comida, permite al grupo que salió de Valladolid por la tarde, darnos alcance allí mismo. Las manifestaciones de alegría por el encuentro la verdad es que son dignas de mención y hasta (Que coño) dan un montón de envidia. ¡Vaya Gente más salá! Las fotos de grupo con poses reivindicativas de la amistad y el buen rollo, se repiten por doquier.
Sale el grupo, ahora notablemente incrementado, hacia Ribadesella con el reto de atravesar la ruta del Puerto de Pontón y sus correspondientes desfiladeros. Problemillas con el reproductor de música, hacen que me retrase y quede descolgado del grupo al que veo zigzagear arriba y abajo delante de mí hasta que desaparecen. (Sigo negándome a utilizar la expresión “Serpiente multicolor”). No hay problema, ya que a los pocos minutos aparecen ante mis ojos ¿Dos Saetas?, ¿Dos Misiles?, ¿Dos meteoritos? No, rotundamente no. Se trata de “Fearless” García Santana y de “Temerario” Alcaide, que vienen en mi busca. Después de cerciorarse de que todo está OK, partimos de nuevo y como era de prever a los pocos minutos me vuelven a dejar atrás. Coronamos el puerto y paradita para inmortalizar la proeza; y en eso que nos pasa ¿Una saeta?, ¿Un Misil?, ¿Un Meteorito? No, es Patán que nos da toda una lección magistral de conducción.
Tras no pocos esfuerzos por mi parte por seguir el ritmo que estos dos “Torpedos motorizados” iban marcando, alcanzamos al grupo que nos esperaba repostando los cuerpos, que no las maquinas, en un bonito kiosco situado en uno de los desfiladeros. Fresquitas las cervecitas, fresquita la Coca-cola. Fresquita la tarde y con ganas de llegar ya a Ribadesella. Es en estos parajes donde uno acaba de comprender del todo porque los “Moritos” no pasaron de aquí.
En el último tramo del desfiladero opto por salir el primero, no por nada; simplemente por tener la oportunidad de disfrutar con los magníficos pilotajes mientras me iban adelantando todas las maquinas, dirigidas por autentic@s maestr@s, incluida la vespa naranja. Una pasada.
Llegamos a Arriondas y termina el desfiladero. El paisaje se magnifica aún más al ampliarse el horizonte. La ruta hasta el mar es, simplemente FANTASTICA.
Localizo mi hotel, me registro y me incorporo al lugar de encuentro: La zona de bares de RBDSLL. Comienza lo más emotivo: el encuentro con la gente a la que aún no he tenido la ocasión de hacerlo y como máximo exponente de ese grupo de gente a Nacho Lacarra, quién desde el primer momento fue el que me animó a acudir a la cita, por lo que, además de por otras cosas le estoy profundamente agradecido.
No quiero caer en el error de comenzar a citar nombres, pues siempre hay alguno del que nos olvidamos y eso, para mí, es un error, voluntario o involuntario, imperdonable. Por eso, desde aquí, mi más sincero agradecimiento, mis mas efusivas gracias, y mi más fuerte de mis abrazos y mi más fuerte beso a tod@s a los que en este viaje, he tenido la suerte de compartir unos días, unas horas, una breve conversación o, una simple mirada.
Como alguno de vosotros ya sabe, no pude quedarme la jornada del sábado, pues tenía un compromiso al que asistir esa misma noche y me encontraba aún a unos 750 kilómetros de casa. Así que a las 10:00, pase por la plaza, me despedía de los que allí estaban y con las lagrimillas cercanas a brotar puse rumbo al sur, donde llegaría felizmente nueve horas más tarde. El buen hacer de mi maquina, la musiquilla y el ir recordando tantísimos buenos momentos y tantísima buena gente a lo largo de estas 72 horas, hicieron el viaje de vuelta mucho más llevadero.

Por eso ya solo me queda por decir, simplemente
Gracias.
Jesús Pineda (El Chuspi) :blues: