Así fue la ÚLTIMA VESPANIADA
La décima y última edición de la Vespaniada celebrada en Plasencia y organizada por Vespamigos Plasencia ha dejado mucha huella. A pesar del tiempo, ya que nos cayó agua como si fuera el diluvio universal, estuvo a la altura de lo que queríamos ofrecer a todos los participantes. Un recuerdo especial para Sole y Carlos “Vespaciano”, ya que tuvieron un accidente con el side y han pasado unos días fastidiados. Pero por no enrrollarnos, os dejamos algunas crónicas de los participantes y comentarios sobre la misma.
Desde la parte que me toca, agradeceros a todos los que habéis participado en estas 10 ediciones, así como a los que han colaborado y organizado las Vespaniadas.
Con esta de Plasencia cerramos una etapa que ha sido de mucho esfuerzo, trabajo y disgustos, pero que creo que ha valido la pena.
Vespania sigue funcionando pero no habrá más Vespaniada.
Un saludo a todos y hasta siempre.
Alberto Segovia
CRÓNICAS Y OPINIONES DE LA X VESPANIADA
MANUEL MARTIN “MAMU 56”
Un lugar en el tiempo. – X VESPANIADA
Pero yo creo que el espíritu Vespaniada se perdió hace algunas de ellas mirando hacia atrás, recuerdo hoy a todos aquellos que era su primera Vespaniada en Plasencia que este evento se creó de un foro llamado Vespania donde allá por el año 2005 su creador Don Alberto, quiso que pusiéramos cara a todos aquellos Nick que con una ilusión tremenda queríamos conocernos, y entre su creador y algún “amigo” por aquel entonces (FALTARON A UNAS CUANTAS DESPUES, no se les echo en falta en esta tampoco) pusieron su granito de arena para arrancar en la imperial Toledo algo que diez años después, no se parece en nada a la original, y hablo con conocimiento de causa, ¡bueno si¡, se pareció en que aquel tercer fin de semana de Abril del 2006 por que también fue pasado por mucha agua.
Es difícil el hacer un resumen de diez años en tan solo unas letras que no pueden enseñar ni sentir los sentimientos ni el palpitar de mi corazón restaurado al recordar a los que se quedaron en el camino, me gusta aprender de los demás para enseñar a los demás lo aprendido durante tantos años y tantos kilómetros en mis vespas, pero el común denominador de estas reuniones últimamente son los grupitos de clubs que purulan por España y que todos como pitufos vestiditos iguales y que no se relacionan con los otros que de diferente manera visten o lo hacen escasamente, y no se dan cuenta que lo verdaderamente importante en estas reuniones es la vespa y el conocerse, el compartir experiencias, el relacionarse, ya no tenemos esa camaradería de hablar todos con todos como antaño… si la vespa se diferencia de las demás ” motos” es que no somos del pueblo… ¡¡somos el pueblo¡¡, y esa cualidad se está perdiendo como cuando la luz atraviesa los arboles en mi deambular por caminos perdidos de mil sierras que cruzan montañas hacia la libertad con mi vespa amiga .
En esta “ultima” Vespaniada hemos asistidos muchos de aquella primera, he disfrutado viendo AMIGOS que hacía demasiado tiempo que no abrazaba, hemos recordado tiempos de otros tiempos, de las propuestas que teníamos para los próximos años y que algunas se quedaron en el camino o simplemente duermen en el cajón del futuro, me gustaría recalcar que la organización de esta “ultima” se volcó y se vació para que nos sintiéramos como en casa y a fe que lo consiguieron por que el amigo Elvis y sus compañeros realmente lo bordaron en empeño y fe ciega con su trabajo, no voy a poner un pero a este gran esfuerzo porque se lo que se sufre organizando estos eventos.
Así que el viernes como estaba previsto y a la hora prevista estaba la organización con sus mejores galas para recibirnos como esta bendita tierra y sus gentes sabe hacer, comandada por el capitán Elvis a la cabeza del pelotón de voluntarios en la Plaza de San Esteban de Plasencia, zona turística y tranquila de la ciudad como se decía en la convocatoria, cola para las inscripciones y el ambiente natural al comenzar estos eventos, se notaba según pasaban los momentos (por que todo es una sucesión de momentos en esta vida) que ya teníamos olor y sensaciones de Vespaniada grande, abrazos y besos tienen muchas ventajas para la salud, pero además eran regueros de evidentes muestras del cariño que muchos de nosotros nos profesamos desde hace años, no voy a ser hipócrita y no diré que todo fue bonito porque también sentí como algún abrazo o apretón de manos de los que yo veneraba hasta hace poco fueron fríos y sin la fuerza del cariño que yo les profeso, ¡¡pero bueno¡¡, ellos saben que yo siempre estaré ahí y pensaré, y en mis rezos también en ellos estarán, y solo pediré algo a cambio: “me conformaré con su amistad siempre y cuando me lo permitan”.
Y la tarde noche en mi Extrema y dura se adentraba en laberintos de pasiones y sentimientos de charlas y recuerdos entre los que nos sentamos para cenar en el local de un gran tipo como es José Carlos en el local Tentempié, muchas Vespaniadas entre todos y muchísimos más kilómetros, pero en la extrema y dura la tarde cálida se estaba volviendo fría y nosotros optamos por retirarnos al hotel y descansar para el gran día de mañana sábado.
Eran las ocho de la mañana cuando en el despertador sonaba la diana floreada, porque hoy era el día grande de la ULTIMA VESPANIADA (al menos para mí, el ciclo termina aquí), abro la cortina de la habitación y como se preveía el cielo amenazaba lluvia, pero eso no nos iba a quitar ni una pizca de ilusión y ganas para ir a desayunar al punto de encuentro en Torre Lucía que es una de las tres grandes torres del recinto amurallado de Plasencia. Su nombre hace referencia al fuego que en ella se mantenía durante toda la noche para guiar a los viajeros que se acercaban a la ciudad, precioso lugar donde no desmerecían el enjambre de colores de nuestras vespas que parecían mimetizarse con la historia dentro del recinto amurallado, el ir y venir, el carraspeo y el humo de cada tuvo escape parecían fundirse con sus piedras, el personal no dejaba de hacer fotos a tanta belleza en tampoco espacio de historia, por sus murallas caminábamos para ver desde lo alto el arcoíris de color que formaban nuestras vespas, inspiré observando el verde del césped que le daba un color especial a aquel recinto y luego alcé la vista para contemplar la muralla más lejana; mis ojos quería retener en mi mente todo aquello y por momentos se abrían cada vez más intensamente como si con ello se retuviera mas en mis cajones de memoria, por momentos me olvide que la vida se vive en un momento, mis oídos dejaron de oír, pero no mis ojos de ver y fue como si no estuviera allí, fue una sensación extraña y placentera a la vez, casi imposible de mantener …me despertó de mi letargo el sonido ronco de un megáfono diciendo que nos preparásemos… diez minutos…Y salida, vi al personal poniéndose los trajes de agua y nosotros hicimos lo mismo, Isabel haciendo fotos es ya toda una profesional y ni el agua le para por hacer alguna foto donde no las hay, pero ella la saca, genial.
Pistoletazo de salida, vespas en marcha, el rugido de los motores como sinfonía de orquesta y todos tomando posiciones con el nervio de los primeros metros, el pelotón con orden saliendo por la puerta amurallada, el humo como rito a los dioses de otras épocas subía al cielo encapotado de la mañana placentina para parar esas amenazantes y negras nubes que por encima de nuestras cabezas deseosas con descargar su carga de vida, alguno/a diría que “las penas son como nubes de tormenta; vistas desde lejos”.
Serpenteando por las calles nos dirigimos hacia la salida de la ciudad que nos llevarán primeramente por la Comarca de La Vera, histórica, natural y bella donde las haya, las nubes ya empezaron a descargar sus frías gotas y cada vez lo hacían con gran virulencia pero eso no quitaba un ápice la belleza de la carretera y paisajes mas vellos si cabe con ese agua que acentuaban sus mil colores, el olor a Extremadura guapa cambiaba como los colores del camaleón en celo, y nosotros extremando las medidas de seguridad con nuestra conducción suave por encima de ese asfalto mojado que nos llevaría hasta la Villa de Jaraiz, donde nos enseñaron el molino más antiguo que originaba el preciado oro rojo: el Pimentón, y que como buenos anfitriones nos regalaron una cajita con el apreciado oro, continuamos por el municipio de Cuacos de Yuste, junto a su famoso Monasterio (una pena no haberlo visitado) pero la lluvia arreciaba cada vez mas y en la subida hacia la Garganta la Olla ya era una cortina total de agua, las cascadas se sucedían por las laderas de la montaña dándoles una belleza sin par en pleno valle del Jerte y la bajada por la carretera de la Garganta Caozo que por momentos se hacía peligrosa mas para aquellos no acostumbrados a la vespa y sin muchos kilómetros en sus espaldas, se sucedieron algunos incidentes sin demasiada gravedad, o mínima diría yo porque Dios siempre está con nosotros, aunque algunos no seáis creyentes yo creo que un milagro si hizo el sábado a medio día, y alguien sabe de que hablo. No cruzamos de una cara a la otra el Valle para pasar por los municipios de Navaconcejo y Rebollar hasta llegar a El Torno, en cuyo mirador teníamos una para obligatoria, para poder divisar en su plenitud la grandiosidad del Valle, coronado por Plasencia al fondo, pero la lluvia areciaba cada vez mas, así que la organización, obstó por coger el plan B y mandarnos directamente al Hotel Ciudad del Jerte donde comeríamos todos, creo que fue una decisión importante, difícil y decisiva pero creo que acertaron de pleno y les doy la enhorabuena por que en esos momentos es difícil mantener serena toda una organización.
La comida oficial de la X VESPANIADA en el Hotel Ciudad del Jerte se vivió como lo que tenía que ser, una fiesta en su totalidad, se repartieron, premios, regalos, trofeos y menciones especiales, una de ellas recayó en mi por las 10 Vespaniadas seguidas que he echo…gracias, mil gracias, a toda la organización y sobre todo a Alberto , el padre de este invento que termino en el lugar idóneo …en la Extremadura de los conquistadores para que pase a la posterioridad como el evento referente en España sobre vespas y lambrettas.
Pero seguro que otros eventos vendrán que buenos nos harán, como dice el dicho…lo dejo en el aire.
Señoras y señores hasta aquí la X VESPANIADA…pan, pan y este cuento se termino.
Ser felices
En casa sin novedad
Manuel Martin (MAMU_56)
Y quisiera terminar dedicando este poema del maestro Neruda a lo que significaba la Vespaniada para mi, a la ultima.
Poema 20… Puedo escribir los versos más tristes está noche...
Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda.
CÉSAR DE ANDRADE “CÉSAR VIGO”
La Xª Vespaniada. Plasencia o la magia del reencuentro
La Xª Vespaniada. Plasencia o la magia del reencuentro
Debo decir, antes de nada, que cada vez me cuesta más escribir. O me estoy volviendo un vago redomado, lo cual es muy posible, o temo no ser capaz de contar con la intensidad necesaria aquellas cosas que se merecen una atención y un cariño especiales. Y esta Xª Vespaniada se merece esa atención y cariño.
Aquella primera fue especial. Estaba en un momento personal y profesional fantástico, llevaba dos Eurovespas a la espalda y en menos de dos meses, arrancaría de nuevo hacia Europa, al Eurovespa de Turín, acompañado por Rubén y Sonia. ¿Podía pedir más?. No.
A partir de ahí me dediqué más al tema “europeo” que al “nacional”, no asistiendo a más Vespaniadas ( ahora me pesa…) hasta el año 2012 en Hellín. Otras circunstancias, otro trabajo, otra montura. La historia sobre la de Hellín también la tenéis en este mismo blog: http://10pulgadas.blogspot.com.es/2015_07_25_archive.html
A la de Gijón, en 2014, estuve a punto de asistir. Tanto es así que tenía hecha la preinscripción. Motivos económicos y el inminente viaje de vacaciones a aquellas tierras en agosto de ese mismo año, me hicieron reconsiderar mi asistencia en favor del Iberovespa de Pampilhosa da Serra. Siento si a alguien aquello le sentó mal. Me disculpo, pero las circunstancias eran las que eran.
¡Vamos llegando al presente!.
A esta había que asistir, salvo causa de fuerza mayor. Dicen que ha sido la última, que no habrá más. No tengo ni idea de los motivos…¡ni quiero tenerla! ( cada día me preocupa menos lo banal…). Yo no me lo creo.
VIERNES 27 DE MAYO
¡Pistoletazo de salida!.
Salgo del trabajo a las 14:30. Tengo el tiempo justo de llegar a casa, ducharme, comer, revisar el equipaje, cargar la Vespa, echar un vistazo al aceite y al refrigerante (todavía colea el temita de la culata y reviso estas dos cosas obsesivamente…), despedirme de la familia y salir escopetado hacia la gasolinera. Quiero mirar la presión de las ruedas y el aparatejo de la gasolinera se estropea en mitad de la operación con la rueda trasera. Empezamos bien. Lleno el depósito. Son las 15:30 y las peores previsiones climatológicas se hacen realidad. Empieza a llover. Traje de agua y arreando que me espera Miguel en la salida de Ponteareas a las 16:00.
Miguel y yo felices al reencontrarnos para emprender camino hacia Plasencia |
He llegado a este momento con muchas dudas sobre si podría hacer el viaje o no. A mediados del mes de abril comencé a sufrir una serie de molestias musculares en la parte derecha de la espalda que me afectan, ahora mucho menos, al hombro y al brazo, hasta tal punto que me impedían permanecer agarrado al manillar más de diez minutos seguidos.
Arranco con algo de miedo sobre si podré aguantar todo el camino o, por el contrario, tendré que abortar el viaje a las primeras de cambio.
Creo que es la primera vez que inicio un viaje de este tipo con miedo. Siempre los había empezado con ilusión- los que más- algo de inquietud, nerviosismo, incluso algo de apatía- puede sonar raro pero es cierto- pero con miedo nunca. Siempre hay una primera vez.
Comienzo a rodar bajo la lluvia con una cierta resignación por si me tengo que volver. A la Vespa la noto bien: fina, redonda y transmitiéndome confianza. Poco a poco voy alejándome de la ciudad y la confianza en mi sistema musculo-esquelético va aumentando. Casi sin darme cuenta llego al punto de reunión con Miguel y, por una vez, ¡creo que soy casi puntual!. Abrazos, saludos, ahora sí, ¡emoción y nervios!. Tenemos por delante quinientos kilómetros, un cielo cargado de nubarrones y la ilusión de un fin de semana previsiblemente memorable.
Vamos sin más novedad que algo de lluvia de vez en cuando, poco tráfico y un firme cada año más desastroso en la A-52. ¿De verdad han robado tanto que no queda ni para mantener las carreteras?. Paramos a repostar pasado Verín aunque seguramente podríamos haber avanzado algo más. Culpa mía ya que no llené el depósito completamente en Vigo.
Primera parada para repostar. ¡Así de bonitas lucen! |
Desde aquí nos toca afrontar el sube y baja de siempre hasta llegar a la Meseta. A Gudiña, Canda y Padornelo pasan casi sin darnos cuenta…sí, ¡ya estoy tardando mucho en decir lo bien que van las GTS por carretera!. Y es que es verdad, vale no son Vespas de las de “toda la vida”, ¡pero es lo que hay!. El GPS me indica que voy subiendo el Padornelo a 110 km/h sin esfuerzo…¡sin comentarios!. A partir de aquí la climatología mejora ostensiblemente. Ya hay más sol que nubes y comenzamos a bajar hacia el “llano”. La temperatura es buena, no hay prácticamente viento y, pasado Mombuey, tomamos el desvío hacia la N-631 que nos llevará, de una forma algo más amena que la autovía, hasta Zamora.
Pasamos Zamora y paramos a repostar en Morales del Vino. ¡Hemos hecho una media de 95,07 km/h reales y un consumo de 3,44 litros / 100 km!. ¡Repaso las cifras al regreso a casa y son absolutamente correctas!. ¡Espectaculares GTS!
La parada para este repostaje la aprovechamos para llamar a casa, tomarnos algo y estirar un poco los músculos. Voy bien, mejor que bien. A estas alturas, no habría dado un céntimo por mí y aquí estoy, ¡más feliz que una perdiz!. No tenemos demasiada prisa. Nos quedan algo menos de 200 km y son cerca de las 20:00. Volvemos a encontrarnos con la circulación por autovía, en este caso la Ruta de la Plata, la A-66. Pasamos Salamanca y la entrada en Extremadura coincide con el ocaso. El tráfico es muy escaso y, ya he pasado por aquí unas cuantas veces, sigo sin explicarme porqué está limitada esta autovía a 100 km/h… Los restos de mosquitos muertos por impacto dejan las pantallas de los cascos y los frontales de motos y parabrisas en un estado lamentable. Es de noche y poquito antes de entrar en Plasencia paramos a repostar, buena idea de Miguel, para dejar las Vespas listas para el día siguiente. Llegamos, sin más novedad que los glúteos algo dormidos y unas ciertas ganas de poner pie a tierra, a las 22:30 al hostal La Muralla, en pleno centro histórico de Plasencia. ¡Casi a las puertas del hostal nos encontramos con Vicente y con Fátima!. Esto empieza bien.
El hostal, según definición nítida de Miguel, “muy digno”.
Dejamos los bártulos, guardamos las Vespas en un garaje próximo y nos vamos al centro del meollo. No recorremos más de 300 metros caminando y nos encontramos en el centro neurálgico de la Xª Vespaniada a aquella hora. A partir de aquí va a ser difícil que no caiga en la cursilería en algún momento. Lo siento. Si a alguien no le gusta puede ir a leer otras historias más aguerridas y de calidad.
Llegamos, por lo menos yo, con hambre. Un hambre leonina, de esas que no recordaba, de las de cuando regresaba de una semana de maniobras allá por finales de los ’80. Pero el hambre se esfumó. Buscando un sitio en el que poder echarnos algo al coleto nos topamos con una mesa en la que estaban sentados…¡atención!: Manuel Muñoz Rubio (Mamu) y su señora, Alberto Segovia, Goro y su señora, Carlos Calvo y Sole y Sergio Durán y Lisa. De lo mejorcito de Vespania y muy buenos amigos. El hambre pasó a un segundo plano. He de reconocer que últimamente estoy algo sensiblero. En aquel momento me puse muy, pero que muy sensiblero. A algun@s hacía la friolera de 10 años que no los veía (a Alberto por ejemplo). Se dice pronto, pero 10 años es mucho tiempo, créeme, sobre todo si estás leyendo esto y tienes menos de 40 años de edad. Sergio Durán, nuestro “Duranium”, ese “boquerón” (malagueño), pesado como una vaca en brazos, que no para de hablar ni aunque le cierren la boca, con un enorme corazón, por el que tengo, tenemos muchos, un cariño especial, ha pasado, a finales del último año, por una etapa muy complicada, en la que su salud se vio comprometida. No es un secreto, lo sabe muchísima gente y por eso lo digo. Sé que hemos estado, repartidos por España y fuera de ella también, pendientes y preocupados por él. Por suerte, parece que las cosas se van enderezando. Por eso mi reencuentro con él fue muy especial. Ese abrazo largo, larguísimo, intenso, ese mirarnos cara a cara sin decir nada pero diciéndolo todo…aún ahora escribiendo esto me emociono.
Sergio y Lisa |
Hacemos las presentaciones pertinentes. Me alegra muchísimo volver a ver a Goro y a su mujer, a Antonio Carrero, a Carlitos “Vespaciano” y a Sole (no los veía desde el Eurovespa de Fátima hace seis años). El “boss”…10 años y está igual que siempre. ¡Qué alegría!. Mamu, he recorrido con él un par de miles de kilómetros por Italia y Austria. Seguramente no siempre hemos estado de acuerdo en todo, pero él y yo sabemos, por suerte, que los que han vivido determinadas cosas adquieren una camaradería especial. ¡Necesitaba veros a todos!. Más, muchos más, fuimos viendo poco a poco. Sergio se va a la carpa de la organización a por nuestras acreditaciones y Miguel y yo conseguimos, a las 23:00, algo para cenar: un par de pinchos por aquí, unas cañas, unos bocadillos. Eso es lo de menos ahora. Vemos pasar a un grupo de Vigo (Mundo y compañía) y nos vamos en busca de Rubén y de Sonia. Los encontramos y estamos unos momentos con ellos hasta que, agotados por el viaje y las emociones, Miguel y yo nos retiramos al hostal. ¡Lo hemos conseguido!. Hemos sido capaces de estar aquí. Nos ha costado mucho a los dos, por diferentes razones, hacer este viaje. Creo que nos lo merecíamos, ¿verdad compañero?.
Caigo rendido en la cama pero las molestias y el dolor en el omóplato, hombro y brazo, no me dejan pegar ojo. Lógicamente estoy pagando el esfuerzo de las horas de conducción. Me tomo un analgésico y procuro encontrar una postura cómoda. Una hora después me quedo profundamente dormido.
SÁBADO 28 DE MAYO
Me despierto descansado y con menos molestias de las que me esperaba. ¡Bien!, esa es una buena señal. Desayunamos en el hostal, retiramos las Vespas del garaje y nos vamos al espacio de la Torre Lucía desde el que saldremos para la ruta que hoy nos tienen preparada.
En el recinto de Torre Lucía con Alberto Segovia (izqda.) y Sergio Durán (dcha.). ¡Un honor! |
El cielo amenaza lluvia y, antes de nada, nos vamos a ¡repetir desayuno!. La cafetería en la que se servía el desayuno era un hervidero de vespistas. Voy añadiendo más caras conocidas y otras solamente de nombre: Jesús Pineda, Adolfo, Raúl,Alfonso “Xixón”, Victor (Ximbauet) y el matrimonio asturiano con la LX que estuvieron en Santiago el año pasado. Conseguimos sentarnos para desayunar y regresamos al punto de encuentro (solo había que cruzar la calle…). Me acerco a saludar a Roberto Naranjo al que no conozco en persona, solamente de Facebook. Si lees esto te ruego presentes mis disculpas a tu mujer por no haberla saludado estando a tu lado. ¡Los nervios y las prisas son lo que tienen!.
El recinto de Torre Lucía invadido de Vespas |
Estamos un buen rato hablando con unos y con otros. En estas situaciones no se da a basto. no puedes abarcar todo ni puedes estar con cada uno el tiempo que te gustaría. Rubén me regala uno de los libros de Miquel Silvestre. ¡Qué detallazo fratello Rubén!. ¡Qué buena gente habéis sido siempre con nosotros!. Amenaza lluvia. Arranca la caravana con destino a, si no me equivoco, Jaraiz de la Vera para ver una envasadora de pimentón, una de los muchos tesoros de Extremadura.
La envasadora de pimentón |
Estando allí se desata el diluvio universal. ¡Empieza a caer agua cómo hacía tiempo que no recordaba!. Nos tomamos unos pinchos y sabiendo que hoy nos vamos a mojar mucho, arrancamos con destino Piornal, el pueblo más alto de Extremadura. ¡Madre mía la subida a Piornal!. Carretera estrecha, totalmente roto el asfalto, bacheada, llena de gravilla, curvas y más curvas, una gran pendiente y, para aderezarlo, ¡lloviendo a mares!. Fueron 23 kilómetros de auténtica pesadilla en la que no hubo más desgracias porque Dios no quiso. En la subida se llevan un buen susto Carlos “Vespaciano” y Sole que ven cómo su Vespa con sidecar los saca de la carretera. Son evacuados a Plasencia aunque, por suerte, no hay nada grave que lamentar. Un par de percances más hubo en aquella subida. Lo intuyo porque vi unas cuantas Vespas subidas en el camión grúa. Paramos en Piornal bastante destrozados anímicamente. ¡Esa subida ha sido demoledora!. ¡Ahora nos queda la bajada!. La organización nos ofrece un refrigerio que consigue templarnos un poco.
Ya con mejor tiempo, ha dejado de llover y empieza a salir el sol, comenzamos la bajada, ahora sí, de forma bastante más relajada y placentera. ¡Vamos rodeados de cerezos!. enlazamos con la N-110 discurriendo paralelos al río Jerte hasta el hotel en el que haríamos la comida principal de esta Vespaniada. ¡Aquello fue una boda!…bueno casi literalmente y si no ¡que se lo pregunten a la pareja de novios que celebraban su boda en el salón contiguo al nuestro!. Creo que no ha habido por aquellos lares una novia que tuviese un recibimiento tal al llegar al restaurante cómo el que le dimos nosotros a aquella!. La verdad es que había muchas ganas de juerga después de la tensión del recorrido matinal, la lluvia, la carretera de Piornal, etc. Llegan noticias de Carlos y de Sole. Están en observación en un hospital de Plasencia pero no es nada de gravedad. ¡Mejor así!. La comida…¡un espectáculo!. Más de 300 personas, comida hasta reventar, bebida, fiesta, ambientazo, buena compañía…Hubo sorteos, reparto de recuerdos y honores ( todos muy merecidos), música, foto de grupo de la “vieja guardia” de Vespania, etc. Perfecto, simplemente, perfecto.
Momento de la comida del sábado |
Sergio me dedica su libro sobre la Aventura Transahariana, yo le regalo, con todo el cariño del mundo, la faja del Vespa Club de Galicia perteneciente al primer Presidente-fundador del Club y socio número 1…o sea, la mía, jajaja!!!.
Sergio dedicándome su libro |
He de reconocer que no he estado especialmente atento a la labor organizativa en sí misma. Que me disculpen los miembros de la organización que sé que han trabajado de lo lindo. Yo no iba a una concentración, iba a ver a mis amigos y me daba igual que me diesen de comer un bocadillo o aquel despliegue que nos pusieron sobre la mesa. De todas formas, agradecer a Elvis Micot y al resto de los componentes del equipo organizador el trabajo realizado. A las 18:30 ya no podemos más y nos vamos a descansar al hostal. Todavía queda Vespaniada por delante y hay que darle algo de descanso al cuerpo y a la mente. Al recoger la Vespa veo un par de gotas de refrigerante en el suelo…, comentándolo con el fenomenal sevillano Antonio Carrero, me dice que puede ser que la bomba de agua esté pidiendo un cambio.
En el hostal caigo rendido en la cama. Se agradecen especialmente estos descansos. Veo la televisión un rato, me comunico con la familia y me quedo traspuesto algo menos de una hora. Me levanto despejado, me doy una ducha, me visto y me reúno con Miguel para irnos a cenar con el resto de la “tropa” por el entorno de la Plaza Mayor. Fue un modo diferente de desarrollar la cena a base de vales para bebida y pincho. No me disgustó. Empezamos a recorrer la plaza en el sentido de las agujas del reloj y, poco a poco, nos íbamos reuniendo más amigos y conocidos. Empezó el concierto previsto por los organizadores pero entre la lluvia que volvió a hacer acto de presencia y el estómago lleno de pinchos y cañitas de rica cerveza, el sopor se hizo dueño de nuestras psiques y comenzamos a despedirnos de todos aquellos que pudimos encontrar y/o localizar. Me quedó lástima de no haber podido despedirme de muchos y quisiera, desde estas líneas, decirles que me ha encantado volver a verlos y que me han dado un fin de semana maravilloso.
Al llegar al hostal dejo preparado casi todo el equipaje. Siempre cuesta un montón volver a colocar todo en el sitio. ¿Cómo demonios metí esto en las bolsas antes de salir de Vigo?. Un misterio.
A dormir que mañana hay una buena panzada de kilómetros.
DOMINGO 29 DE MAYO
Nos levantamos sin prisa. He tenido algunas molestias al principio del sueño pero no he dormido nada mal. No tenemos pensado asistir a los actos de la mañana (bendición de las Vespas, ¡aunque a la mía no le vendría nada mal! y una ruta con visita).
Desayunamos con calma acompañados por un amable portugués que también se alojaba en el hostal. Teníamos pensado hacer el regreso por Portugal, por carreteras generales y secundarias pero, después de ver la previsión del tiempo y de hablar con nuestro colega portugués, decidimos que la mejor opción es regresar por donde hemos venido.
Pagamos ( la buena de la señora se equivocó y solamente nos cobró una noche de alojamiento, aunque al cabo de unos días quedó subsanada esa anomalía), vamos a comprar unas tortas del Casar para llevar a casa, recogemos (previa inspección rápida de lo básico) a las “chicas”, las cargamos, nos despedimos del simpático José Mota ( nuestro vecino portugués, que nos aseguraba que no tenía nada que ver con el “comediante espanhol”) y enfilamos la carretera no sin, yo por lo menos, algo de pena. Eso, para mi, siempre es señal de haberlo pasado bien. Nos queda por delante una buena jornada de carretera y, nada más salir de Plasencia, tenemos que parar a enfundarnos en los trajes de agua. Empieza a llover. Para a nuestro lado un coche de la Benemérita para interesarse por nuestra fortuna. Todo en orden. Gracias por el interés, no solamente están para multar cómo muchos piensan. Arrancamos de nuevo y al poco tenemos que refugiarnos en una gasolinera, concretamente en el túnel de lavado, para escapar del aguacero brutal que estaba cayendo.
Refugiados del aguacero en un túnel de lavado |
A veces las conversaciones más agradables tienen lugar en los sitios más insospechados. ¡De todas formas viajar con Miguel siempre es muy satisfactorio!. Aprovechamos para repostar y viendo que mejora algo el tiempo, arrancamos. Ahora sí. Pasamos Salamanca sin más novedad que el tedio de la autovía, alcanzamos Zamora y decidimos parar a comer. ¡Otro aguacero memorable!, ¡menos mal que este nos pilla a buen recaudo!. Comimos bien, con buenas viandas y buena conversación. Retomamos la carretera, nos liamos algo en las afueras de Zamora para volver a tomar la N-631. Nos cae encima una granizada tal, de una duración e intensidad tan brutal, que nos obliga a detenernos debajo de un puente. Las piedras de granizo eran tan grandes y caían con tal fuerza que el dolor en las piernas era insoportable, al igual que el ruido en el casco y la nula visibilidad. Pasada esta tromba de granizo retomamos la búsqueda de la N-631. Esta es una carretera, para mí, estupenda. Tiene un firme magnífico, un tráfico casi inexistente, discurre por algunos enclaves francamente bonitos ( el paso sobre el embalse de Ricobayo y su entorno es espectacular, igual que la zona del paso sobre el río Tera) y te permite, haciendo una velocidad media alta, escapar de la monotonía de la autovía ( además de ahorrarnos unos cuantos kilómetros). A la altura de Otero de Bodas mi amiga, la alergia primaveral, hace acto de presencia. Creí que me había librado de ella. No me molesta demasiado pero me deja los ojos muy irritados. Al cabo de media hora van remitiendo los síntomas (aunque los ojos los he tenido rojos hasta pasados dos días). Enlazamos nuevamente con nuestra más que conocida A-52 un poco antes de Mombuey. De nuevo “piloto automático” y a quemar kilómetros. ¡Estas GTS las pones a 120 de marcador y te llevan al fin del mundo!. Vamos notando el cansancio acumulado desde el viernes, las tensiones de las semanas previas al viaje y las ganas de llegar se hace muy evidentes.
Paramos a repostar, creo recordar, en A Gudiña y comentamos, no sin cierto asombro, la diferencia con el “paisanaje” de otros lugares de nuestro país… dejemos el tema ahí.
A partir de ahí es casi un sprint hasta casa. El tiempo ha mejorado mucho desde la salida de Zamora, luciendo el sol y con una temperatura muy agradable aunque con un viento que, por momentos, se hace algo pesado. El siguiente repostaje lo hacemos antes de llegar a Ponteareas en donde aprovechamos para despedirnos, siempre con algo de nostalgia.
La despedida. ¡Hasta la próxima! |
Poco a poco nos vamos acercando a casa y ¡siempre me pasa lo mismo!. Sentimientos encontrados de “quiero llegar ya” o “esto podía durar un poco más”. ¡Qué bueno!. Creo que si siempre pienso así es que la cosa ha ido muy bien, ¿verdad?. Al llegar al alto de Puxeiros, Miguel se desvía con dirección Baiona y yo continúo hacia Vigo Centro. Esa sensación de estar parado en el primer semáforo de la ciudad, sucio, cansado, encorvado sobre el manillar por los cientos de kilómetros que llevas hechos, la Vespa sucia de polvo, salpicaduras y restos de insectos, rodeado de coches impolutos cargados con familias “vestidas de domingo”, no tiene precio. Bueno sí lo tiene, ¡es el precio de la libertad!.
Ya, para terminar, solamente me queda repetir mi agradecimiento a todos aquellos que hicieron posible que pudiese asistir a esta ¿última? Vespaniada, muy especialmente a mi magnífico fisioterapeuta Dani ( de Saúde Sport en Vigo), a mi querido camarada y hermano de carretera Miguel, a mi familia por animarme y, por supuesto, a todos aquellos y aquellas que habéis hecho de esta y de todas las Vespaniadas, algo que permanecerá en nuestros corazones por siempre. Un recuerdo, desde aquí, muy especial para todos aquellos amigos de años que no pudieron asistir: Goyo, Pere, Javier Herrera, Jaime, etc…
¡Hasta la próxima!